Me muero por todos y cada uno de sus huesos.

Pues sí, ahora soy feliz, me he dejado llevar como me dijeron. Me he levantado con una sonrisa por las mañanas, he apoyado primero el pie izquierdo. He mirado bien al mundo y a los que no me caen bien. He dibujado corazones en la pizarra, en la arena y en los bancos. Me he quitado la capucha cuando nevaba y he sacado la lengua mirando al cielo. He escrito “te quiero” por todas las partes que se han cruzado por mis pasos. He hablado bien a la gente que me gritaba. Me he reído a carcajadas de todo, insultos incluidos. Me he pasado horas y horas en la cama escuchando música hasta que conseguía conciliar el sueño. ¿Por qué hago esto? He cambiado totalmente mi mentalidad. Pues sí, tiene un porqué. El más sencillo de todos. Él. Él es el que me ha dibujado la sonrisa cada día, me ha enseñado a ser de nuevo quien era, el que me ha ayudado a que todo me resbale. Me ha enseñado a usar la cabeza antes que los nervios. Es él el que me hace feliz.